En 1940 los Nazis invadieron Noruega, país que ocuparon hasta 1945. Durante esta ocupación pusieron en práctica uno de sus programas -ya existente en Alemania- para la expansión de la raza aria, el Proyecto Lebensborn, que en castellano quiere decir “fuente de vida”, fruto del cuál nacerían más de 10,000 niños hijos de soldados alemanes y madres noruegas. La mayoría de estos niños estarían marcados trágicamente durante toda su vida.
Hogar Lebensborn en Alemania, 1939
Este proyecto fue creado en 1935 en Alemania como respuesta a su decreciente índice de natalidad, promoviendo políticas nazis de eugenesia para crear la raza superior que poblaría Europa. La finalidad de este proyecto era de que "ningún niño ario" quede sin nacer.
El principal objetivo de los hogares Lebensborn en este país era ayudar a los hijos de soldados alemanes con mujeres noruegas, proporcionándoles maternidades y guarderías subvencionadas por Alemania.
Imágenes de un Hogar Lebensborn en Noruega
Hitler admiraba la "sangre vikinga" de los noruegos, a los que consideraba arios puros, sin embargo en otros países ocupados, las relaciones entre soldados alemanes y mujeres locales estaban prohibidas por ser consideradas razas inferiores.
Durante la guerra, estos niños y sus madres despertaron el rechazo del pueblo y de gobierno noruego en el exilio. Al claudicar Alemania unas 14,000 mujeres fueron llevadas a campos de trabajos forzados durante año y medio, pese a que no habían atentado contra ninguna ley.
No era sólo un asunto de las autoridades noruegas, el pueblo tenía ansias de venganza y encontró en estos niños, que eran llamados "mocosos nazis" y en sus madres, las "putas de los alemanes", su blanco perfecto.
Muchos acabaron en orfanatos donde fueron maltratados y sufrieron abusos sexuales. Otros fueron clasificados como "retardados" y encerrados en clínicas mentales, bajo la teoría de que sus madres debían haber estado locas para tener un hijo con un alemán. Pocos de estos niños fueron adoptados, así que la mayoría no abandonaron los orfanatos hasta llegar a la mayoría de edad.
La vida de estos niños fue realmente dura pues fueron objeto de agravios y acoso en la calle y escuelas. Hay innumerables testimonios que detallan estos maltratos, por ejemplo, los del orfanato de Bergen que fueron sacados a desfilar para que la gente les azotara y escupiera. Otro niño relata que fueron puestos en una pocilga donde pasaron dos días enteros sin comer y a otros se les arrojó ácido en la piel para quitarles su “olor nazi”.
Al acabar la guerra el gobierno noruego llegó a barajar la idea de deportar a los niños a Alemania, pero los aliados se opusieron. Años más tarde volvió a considerar la misma idea, pero esta vez de enviarles junto con sus madres a Australia, aunque finalmente tampoco se la llevó a cabo.
El asunto fue cayendo en el olvido, llegando a ser desconocido para una gran parte de noruegos, hasta que en los años 90 más de una centena de estos niños – ahora adultos- presentaron una serie de denuncias contra su gobierno, el cual accedió a compensar a los casos menores con 2,500 euros y 30,000 para los abusos más graves.
Finalmente, el año pasado 154 de ellos llevaron su caso al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, aunque éste lo descartó por haber sido presentado demasiado tiempo después del fin de la Segunda Guerra Mundial, ya que el tribunal no puede juzgar hechos acontecidos hace más de 20 años, argumento con el cual no están de acuerdo, pues ellos consideran que los maltratos no se limitaron a los años posteriores a la guerra sino que se alargaron mucho más.
Parece increíble que estos hechos sucedieron en el llamado primer mundo hace menos de 60 años. Lo publico aquí para que recordemos lo que costó esa guerra a Europa, y no solo a varias etnias sino también a sus infantes. Porque es injusto e inaudito que se crea que un niño puede nacer culpable. Para que recordemos los errores que no deben repetirse jamás.
(Anni-Frid Lyngstad, una de los integrantes del grupo sueco ABBA fue una niña Lebensborn)